Figura zoomorfa en oro de la cultura Zenú
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El Reves y el Derecho
Por Fabio Lozano Simonelli

La obra gloriosa de Zumaqué: "Simón"

¡José! José..! ¡Vámonos de aquí!... ¡Que nos echan!... ¿Dónde iremos? (Del delirio de Bolívar)

Francisco Zumaqué Gómez

Son dos dimensiones de Bolívar: recuerdo y delirio. Y dos, también, de Manuelita, de don Simón Rodríguez y de la negra Hipólita. Sin disminuir el significado de ésta, como madre sustituta, la integridad de Bolívar aparece, más bien, como un triángulo; él, Manuela , don Simón: fuerzas desatadas, que se entrelazan en el camino, hacia el amor, hacia la libertad, hacia la lucha. Manuelita y el excéntrico Robinson de nuestras tierras son los dos cinceladores decisivos del alma del libertador.

Asistí al estreno del “Simón” de Francisco Zumaque en nuestro Teatro de Colón , pero el comentario se ha demorado pues al día siguiente marché a rendirle tributo en Caracas a mi padre Bolívar. Caracas... Yo había sentido allá, de niño, en las soleadas mañanas del colegio y del huerto de mi casa en las tibias noches del Ávila, la reverberación de la gloria de Bolívar. Y miraba y miraba su estatua en la plaza mayor haciéndoseme cada vez más impenetrable su grandeza pero al mismo tiempo más cálida su humanidad, de la que derivamos todo lo que somos como pueblo. No hubiera querido, de modo alguno, fallarle a Bolívar en este 24 de julio. Le llevé los efusivos saludos de mi hijo Juan Carlos, cuyo Simón Rodríguez he sido yo. Le recordé que mi padre fue el autor del mejor libro que hasta el momento existe sobre su maestro. Y le dije: Libertador, te necesitamos todos los días, de modo que seguiremos en contacto.

Al maestro monteriano Francisco Zumaqué le debemos algo sustancial en la decorosa --y gloriosa-- participación de Colombia en el bicentenario del natalicio de Bolívar. Mis relaciones con la ópera dejan bastante que desear, pero cómo en cambio, las que me unene al Libertador convocan todas mis emociones, salí de “Simón” rebosante de música, de historia, de sentimiento. Zumaqué pone a vibrar al Bolívar-pueblo de que habla Manuel Zapata Olivella. Y al Bolívar-gloria, que evoca Aníbal Noguera citando a Carlos Pellicer:

Hace cien años
atravesando el corazón de esos pueblos
pasó aquel hombre con las manos iluminadas
los ojos crecido y la voluntad inexpugnable como el misterio.
!Jamás los hombres
vieron nada más grande bajo el cielo!

Es una ópera con una organización perfecta y llena de originalidad y de gracia. Zumaqué, además de compositor y director, es un hombre poseído por el sentido febril del teatro. Además de los actores y solistas, aparecen el coro estable y el coro infantil de Colcultura, varias voces destacadas, la Orquesta Sinfónica de Colombia, el grupo de música andina Arawak y el grupo Cumbia del Caribe. Otros, que sepan algo de las respectivas técnicas, comentarán adecuadamente su desempeño que, reunido, levantó hasta muy alto en el firmamento lo que nuestros corazones querían expresarle al Padre de la Patria.

Zumaqué, por si faltara, penetró en el atormentado y enamorado, a la vez --por paradoja-- laberíntico y diáfano universo interior de Bolívar, material supremo e inagotable para el novela y el drama. Siempre una mujer fue su impulso, siempre la posibilidad de la derrota su desafío, pero siempre la grandeza su meta. El arte de vencer se aprende en las derrotas. Era un torturado, pero no un envenenado. Era el hombre de las dificultades, pero su mayestática presencia en la historia de América y en el mundo es nuestra solución: nuestra única solución. Tuvo tiempo y capacidad suficientes Zumaqué para adentrarse magistralmente en la sicología del Libertador, entre el recuerdo y el delirio. En la cima dijo el Padre:

He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; siento las presiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mmi rutilantes astros --los soles infinitos--; miro sin asombro el espacio que encierra la materia.

Y luego: ¡José! José..! ¡Vámonos de aquí! ¡Que nos echan...! Tal parece ser el destino inevitable de los seres grandes y buenos.

 
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