Zumaqué
coralibe
...la sublimación del canto del pueblo costeño....
La música lo
envuelve todo. Está presente en todas las actividades los
hombres intrínseca sus propias vidas sea cual fuere su
condición social. Naturalmente esta puede encontrarse en
grados diferentes dependiendo del individua; por ejemplo elementos
fundamentales de la música como son: el ritmo, la dinámica
y aún la melodía se manifiestan constantemente en
nuestra conversación cotidiana. El ritmo determinado por las
sílabas, acentos, pausas etc. La dinámica por la
fuerza de nuestra expresión , susurrante, gritada a
convencional. Y la melodía se manifiesta por las
inflexiociones de nuestra voz, subidas y bajadas de tono que
enriquecen nuestra expresión y que son parte natural del
lenguaje hablada. Si ésta es así para el hombre
corriente, es mucho más verdadera para el creador, el artista,
para quien ritmo, forma armonía etc., no son más ni
menos aspectos inseparables del trabajo diario. Y si bien es cierto
que cada idioma tiene su propia musicalidad, es decir, que
escribiendo no importa en que idioma ya está produciendo algo
musical. También es cierto que la musicalidad buscada en las
palabras no es nada fácil. Pues así como hay músicas
aburridas, existen textos monótonos, reiterativos sin color ni
armonía.
La búsqueda de la
musicalidad en el lenguaje ha sido siempre lo propio de la poesía
y no se ha presentado en el pasado, en la novela, el cuento u otras
formas narrativas que de una manera tangencial o accidental o
fragmentaría o quizá inconsciente. Yo no creo que la
poesía y la narrativa vayan por caminos diferentes van
exactamente por todos los lados donde pueda concretarse una
expresión humana trascendente. Y la música demostró
ser fundamental en Mallarmé, Neruda y de una manera
sofisticada León de Greiff. En quienes además el deseo
de aprisionar imágenes, experiencias humanas en una frase
magistralmente escrita, existía una preocupación
sonora, auditiva y musical.
Por otra parte no creo
que una novela musical, para llamarla de alguna manera, sea aquella
que habla de erudición musical, sino aquella novela llena de
imágenes y de ideas, pero también de colores, olores de
un ritmo y dinámicas impredecibles, de rupturas, de
contrapuntos, de contracantos y aún de polifonías.
Esa narrativa
eminentemente musical es la que utiliza un lenguaje, más
llano, más del pueblo, más elemental pero por esa misma
elementalidad, más musical. Ya sea por que la gente del pueblo
necesita del elemento musical para poder redondear su expresión,
o porque para ellos hablar y hacer música es una misma cosa:
¡expresarse!.
Pienso que quienes han
tenido más conciencia de la fuerza del elemento musical en la
literatura, han sido sin duda los pueblos en contacto con el mar. Los
pueblos costeños, y especialmente, por la gran riqueza de su
música, la gente del Caribe. Estos escritores con swing
en la pluma como Cabrera Infante, Severo Sarday, José
Agustín, Lezama Lima, González, el tuerto López,
etc. Han hecho trabajos a distintos niveles, seducidos por el canto
del lenguaje de sus pueblos, pero quizá ninguno o poquísimos
hayan llegado a la esencia de esa musicalidad, al centro tonal de esa
sinfonía modulante como Gabriel García Márquez
en su obra literaria, porque para él, el relato popular, el
cantar de su pueblo es el origen, el punto de partida para hacer un
trabajo que va más allá, que trasciende y que será
como una joya de fina elaboración.
Algo que percibo con
claridad en su obra son diferentes tonalidades y orquestaciones así:
El Coronel no tiene quien le Escriba es como música
de cámara, virtuosa y concisa en su expresión. Cien
Años de Soledad suena como una gran sinfonía
betoveniana o quizá a la Consagración de la
Primavera de Igor Stravinsky, rica en matices.
Sofisticadamente primitiva y de una gran riqueza orquestal El
Otoño de Patriarca es polifónica y rigurosa, a
la manera de las grandes cantatas de Bach.
Con ésto quiero
decir que su trabajo total es la sublimación del canto del
pueblo costeño, como el mismo dice que Cien Años
de Soledad es un vallenato de 350 paginas. Prueba irrefutable
de fuente nutricia para la literatura es el anecdotario a través
de los cantos populares y la rítmica sincopada del hablar de
la gente: es la musicalidad de su narrativa.
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