Figura zoomorfa en oro de la cultura Zenú
Secretaría de Cultura de Córdoba - Colombia - Sur América

 
 
Soad Louis Lakah

El Tiempo
Lecturas Dominicales

[Publicado en Lecturas Dominicales de El Tiempo, Café Literario y Puesto de Combate.]

Filomena tiene olor a ausencia

Filomena vivió con nosotros desde siempre; después de la muerte de mamá Filomena era la que hacía todos los oficios en la casa. Siempre con la misma ropa, el pelo atravesado por una flor, llevando en sus ojos grandes cicatrices de recuerdos. Y en sus labios brindándole al mundo una mueca de piedad. Así era Filomena.

Filomena hablaba por los ojos; sus ojos eran de color de todas las cosas. Mamá se entendía con ella por sus ojos, tenía la característica de reflejar lo que su estado de ánimo sintiera. Cuando movía sus pepas de ojos de un lado a otro algo andaba mal y cuando entraba con la tocedera era el fastidio que le rebotaba como bola de caucho.

Después de la muerte de mamá Filomena quedó sola conmigo aquí en esta casa, se mantenía callada, no hablaba, casi nunca me decía nada, ni verdades ni mentiras. Jamás supe qué le agradaba o qué le disgustaba.

Pero lo cierto fue que vi varias veces a Filomena conversar con ella misma. Por las tardes se sentaba en un banquito por debajo del cerezo y movía sus manos con cuidado para luego dejarlas caer sobre las faldas de popelina blanca adornada con trencillas azules.

Filomena no reía, no gritaba, no cantaba, no iba a misa, no creía en diablos, no lloraba, no le gustaban los chismes como el resto de las mujeres, no le faltaba tiempo, no le sobraba tiempo, no daba patadas, no se casó. Pero en cambio, Filomena lavaba la ropa, la recogía del alambre cuando estaba seca, la rociaba, la planchaba, barría el patio, amontonaba la basura, la quemaba, recogía la leña, la juntaba al fogón, la atizaba, le daba de comer a los pájaros, le echaba agua a los puercos, tapaba los portillos, hacía la comida, ponía la mesa y quitaba la mesa.

Se encerraba en su cuarto, abría el baúl, miraba las fotos, leía dos o tres estampitas con la imagen del Sagrado Corazón o la Virgen del Carmen, doblaba y desdoblaba los vestidos viejos, le daba candado al baúl y se metía en la cama, bajaba el toldo y dormía hasta el amanecer, casi siempre hasta la misma hora.

Cuando Filomeana salía, yo aprovechaba para desarreglar todo en casa. Gritaba, chillaba, daba patadas, hijueputiaba, lloraba, brincaba maldecía a Filomena, la odiaba y planeaba su asesinato.

Pero las cosas de la casa eran la continuidad de Filomena y conservaban su silencio detestable; de pronto, como en un espejo aparecía, aparecía Filomena en el marco de la puerta. Me miraba con cuidado ; y la placidez se reflejaba en su rostro. Comenzaba a ordenar las cosas, como si ella tuviera la culpa del desorden y al rato me traía una bebida de hierba y me limpiaba las gotas de sudor.

Y de inmediato, otra vez, el olor a Filomena se me metía por los huecos de la nariz y se me adentraba hasta los pulmones y enseguida aquel fastidio que se violentaba de un lado para otro, y enseguida mi odio por ella y por mi soledad aplastante, el silencio de Filomena, el oficio, el oficio de Filomena, siempre me llevaban ventaja.

Filomena tenía muchos sitios y muchos pájaros en esta casa, que era mi casa; todo lo llenaba ella y su extensa soledad. Por eso me sentí triste cuando murió. Murió ayer. Murió de muerte natural y hasta en eso me llevó ventaja Filomena.

Murió acompañada de una noche simple y de la soledad de sus cosas. Un baúl viejo lleno de trapos y estampitas, un espejo en el que nunca se vio, el olor a su silencio, unos frascos vacíos, una lata de galletas llena de monedas de a peso y un pedazo de luna pegada a la ventana de su cuarto. Filomena murió con la boca llena de palabras, de pensairúentos y maldiciones. Por primera vez vi el miedo apoderado de su sonrisa, el miedo logró empapar las sábanas de gotas de sudor por donde destilaba la angustia. Filomena destilaba miedo en su lecho de muerte.

Ahora Filomena vive su muerte. Otra es su identidad, otras sus acciones, otros sus gestos, otra su soledad y otros sus pajaritos de viento.

Y yo me quedé atrás, terminando con la vida y los sueños, creando otro personaje que deambule por la casa y el patio, que sea igual o distinto a Filomena, que llene los espacios, o que manche de soledad todas las cosas de la casa. Que cante un verso, o remiende mi interior, que le dé de comer a los pájaros, que cierre la puerta del gallinero, que por lo menos sea real para que la historia sea verdadera.

Que exista en esta casa una Filomena ausencia o una nostalgia o qué sé yo, que no solamente exista en los espejos como Filomena y no me lleve ventaja, que me dé tiempo de dejar mi cuerpo en cualquier parte.

 
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