El agresor oculto
Me envenenó la vida
Me sustrajo de mi movimiento natural
y me entregó a las sombras
de los amores no correspondido
Me trastocó los sueños
metiéndose como un conspirador entre sus grietas
Desempolvó recuerdos
que hablaban de partidas y de adioses
Mientras tanto mi alma
acostumbrada a la desgracia
lo veía hacer
como un condenado que presencia
el levantamiento del patíbulo
El Suicida
Airoso en su galope
levanto la mano armada
hasta su sien
y disparó:
suave derrumbe
del caballo al suelo
Doblado sobre un muslo
cayó
y sin un solo gemido
se fue a galopar
a las praderas del cielo.