Se necesita una gran dosis de conciencia
acerca de lo que somos, para empezar el trayecto de la burla.
Y todo parece encaminado a decirle al Hombre: no te ufanes, no
te afanes, cosa hipócrita, poca cosa eres. Y, por favor,
no te lamentes idiota erecto: comes lo que cultivas.
Sí, más que amor hay
humor, un humor encaminado a los principios y al destajo de la
vanidad, de la falsa sapiencia, de la deleznable trascendencia.
José Manuel Vergara, fiel a sus furias, da una bofetada.
Quizá una bofetada que ríe.
José Luis Garcés González
En este libro de José Manuel
Vergara sucede algo para mí importante. Nosotros estamos
llenos de España, de Francia, de Inglaterra, de sus figuras
metafóricas, pero aquí se está demostrando
pie a pie, palabra por palabra, que éste es otro mundo,
otro génesis, que José Manuel Vergara no es otro
poeta, sino nuestro poeta. No estamos leyendo a Rimbaud ni a
ningún poeta maldito. Estamos en presencia de un poeta
que está utilizando elementos nuestros, árboles
nuestros, alma nuestra, corazón nuestro. Esta es una poesía
americana. Está hecha aquí, en Mocarí, en
Planeta Rica. Cuando se trabaja con esos términos irreverentes
que nos golpean, que nos impactan, estamos utilizando un Español
del Caribe, que muy pronto dejará al Español de
Madrid como lengua muerta, pues ya no tendremos necesidad de regresar
a esas fuentes.
Guillermo Valencia Salgado
Contraportada
Hay que aprender a penetrar la epidermis para no caer en el error
de creer que el hombre es lo que muestra. Esa careta es vulnerable:
basta detectar el fondo.
No es fácil este trabajo, porque si sólo nos anima
la intención de desnudar para darle cabida a la burla,
la emoción de trasponer la puerta nos golpeará la
cara, y seremos ratones royendo mármol, y se nos caerán
los dientes.
Lo anterior presupone que debemos entrar de buena fe, sin ánimo
de hacer sufrir, tal vez con un poco de humor o compasión
para amortiguar el efecto de la lágrima que pueda asomarse
al párpado. Porque es posible que mientras estemos haciendo
esa penetración a la humanidad del prójimo, igual
cosa hagan con nosotros sin que podamos exigir la buena fe. Siempre
fracasará quien considere la intimidad de los demás
como algo diferente de la propia.
Hecha esta advertencia, empezaremos a tomar posesión de
sus secretos, con el sano propósito de destruir la vanidad.
Solo entonces, podremos recobrarla plenitud y derrotarla tristeza.
Poema:
Cuando no logra descifrar su origen
en este valle de las tempestades
íntimanente se desprecia
Niega el curso normal de las cosas
Predica a los cuatro vientos
lo inútil de su paso transitorio
y hasta dispone de su vida
Sólo en esos momentos
de intimidad lacerante
es espontáneo