ANTONIO MORA VÉLEZ
La Universidad de
Córdoba hizo un merecido homenaje en vida al escritor, músico
y folclorólogo Guillermo Valencia Salgado, sin duda el
cordobés más importante de los últimos cien
años, no sólo por su aporte intelectual sino por su
fidelidad a la tierra que lo vio nacer y a la que interpretó y
representó mejor que nadie y en la que morirá rodeado
del amor no solo de sus familiares y amigos sino de todos sus
coterráneos y de los amantes de la cultura que lo conocieron y
admiraron en Bogotá, en Medellín, en Cartagena, en
Sincelejo y en otras ciudades más de la patria en donde dejó
el sello de su identidad raizal y el testimonio de su apego por todo
lo bueno y hermoso creado por el hombre.
Ya
sabía, querido compadre, que está usted enfermo, porque
la enfermera que le hace la quimioterapia es mi cuñada, pero
también sabía que el Compae Goyo ya no es, y perdóneme
por utilizar esta expresión muy suya, ni sombra de lo que era,
y yo prefiero verlo con su cabello cenizo desordenado, su mirada
pícara de Tío Conejo y sus bigotes de don Juan
campesino, con su mochila terciada y la alegría y el optimismo
que le acompañaron siempre, cantándole a la mujer, a la
flor del Juy, al campesino sufrido, al Río Sinú, a la
tierra que lo ha visto sembrar el paisaje con sus versos, sus
personajes y sus cantos.
Por
eso no fui al homenaje que se le hizo en la Universidad. Lejos de
sentirme alegre con el gesto me hubiera sentido profundamente
deprimido con su estampa de hombre físicamente maltratado por
la enfermedad. Mejor que eso ha sido para mí repasar sus
escritos y volver a escuchar sus canciones, que son un patrimonio de
la cultura costeña, y conversar con los amigos las anécdotas
de su vida de juglar enamorado. Recordar sus Acuarelas Sinuanas en
los primeros años de la televisión colombiana, su
triunfo internacional con el poema Luz Marina préstame tu
corona, sus recitales en el colegio Atenas, el Boga destruido por la
caverna anticultural de la época y sus presentaciones radiales
como Compae Goyo (¨campesino saramullo que pala mujer es
capullo y que pael hombre está medío desde el
hombro a la cintura¨) el personaje típico y crítico
que terminó por arrinconar su verdadero nombre.
Hace poco, Maestro,
un estudiante de Literatura me preguntó qué era lo
mejor que El Túnel como experiencia literaria, le había
aportado al país, y me atreví a decirle que no eran los
maravillosos cuentos infantiles de Leopoldo Berdella, ni la calidez
humana de los primeros cuentos de Garcés, ni la pulcra prosa
poética de Nelson Castillo, ni los relatos de ciencia ficción
del autor de esta nota, sino la grandeza de su poema épico
dedicado al Sinú y los cuentos del libro Murrucucú,
libro que tal vez no hubiera visto la luz si nosotros, sus cómplices
literarios de entonces, no lo convencemos de que los dejara volar
libres como al Chengue y usted acepta editarlos en esa célebre
noche de bohemia literaria en la casa de Blanca Lilia en el barrio La
Rivera.
Querido
Guillermo: Usted es de esos hombres que dejan huella en el
sentimiento colectivo de un pueblo, y puede estar seguro que su
personaje El Compae Goyo, sus porros, sus sinuanitos, sus cuentos y
poemas, sus ensayos sobre folclor y sus esculturas, harán
parte de ese gran patrimonio cultural del Sinú, cuyos hijos lo
tendrán por esas razones como a su personaje querido del
siglo. Ahora falta que los medios de prensa lo reconozcan como tal
para que todos sus amigos podamos tener una razón más
para sentirnos orgullosos de haber compartido con usted el amable y a
veces duro pan de la vida.